5 cosas que no existen según el nihilismo (mereológico)

NINGUNA TE SORPRENDERÁ

Ahí te va una lista de cosas que no existen si el nihilismo mereológico es verdadero:

1. Las mesas
2. Tus manos
3. El aparato con el que estás leyendo esto
4. Los coches
5. Las chelas

Esto está raro.

Naturalmente, ahora te preguntarás i) qué significa ‘mereológico’, ii) qué es el nihilismo mereológico y iii) por qué alguien sostendría una tesis con estas consecuencias tan extrañas.

Vamos por partes.

Lo mereológico es lo que tiene que ver con la mereología.


Mereología

Tus manos son parte de tu cuerpo, las ramas son parte de los árboles, los electrones son parte de los átomos. Como verás, algunas cosas son parte de otras. La mereología se encarga de describir cómo funciona la relación ‘esto es parte de eso’.

Esto lo hace con una lista de axiomas, aunque no hay una versión definitiva de la lista. Con todo y todo, la mayoría de las versiones comparte algunos elementos.

I. Algunas definiciones y axiomas recurrentes

Vale la pena distinguir entre partes propias e impropias. Las partes impropias de un objeto son todas las cosas que lo componen, incluido el objeto mismo. Las partes propias de un objeto, en cambio, son también todas las cosas que lo componen, sin incluir al objeto mismo.

Es muy fácil definir una en términos de la otra. Uso ‘\leq’ para hablar de ‘ser parte impropia de’ y ‘<’ para ‘ser parte propia de’:

  • x \leq y \equiv_{\text{def.}} x<y \lor y=x
    En cristiano: x es una parte impropia de y si y sólo si x es una parte propia de y o x es idéntica a y.
  • x<y \equiv_{\text{def.}} y\not\leq x
    De nuevo en cristiano: x es una parte propia de y syss y no es una parte impropia de x.

Si esto no queda claro, está bien. No será tan importante para lo que sigue.

Los axiomas suelen darse en términos de la relación de ‘ser parte impropia de’. Por esto, es claro que este axioma tendría que ser incluido en la lista:

  • Reflexividad. Todo es parte de sí mismo.
    Con símbolos feos: \forall x(x\leq x).

Otros axiomas comúnmente aceptados son:

  • Transitividad. Si una cosa es parte de una segunda y la segunda es parte de una tercera, entonces la primera es parte de la tercera.
    Formalizado: \forall x\forall y\forall z((x\leq y \land y\leq z) \to x\leq z).
  • Anti-simetría. Si una cosa es parte de una segunda cosa y esa segunda cosa también es parte de la primera, entonces son la misma cosa.
    Otra vez: \forall x\forall y((x\leq y\land y\leq x)\to x=y).

Normalmente añadimos aun más axiomas a esta lista para rescatar nuestras intuiciones sobre la relación de parte. Algunos de ellos son muy controvertidos: algunas personas defienden que sí valen y otras defienden que no.

II. Ejemplo de un axioma controvertido

Un axioma interesante y que no siempre se añade es el principio de composición irrestricta. Aunque hay muchas maneras de redactarlo con precisión, la idea intuitiva es que siempre que tengas varias cosas, puedes como pegarlas o fusionarlas, por decirlo de alguna manera. Así, si yo tengo varias partículas ordenadas con forma de gato, las fusiono en un gato. De la misma manera, tener las partes de mi cocina me garantiza que tengo mi cocina.

Pero este principio también tiene consecuencias extrañas, como que existe la suma de mi mano y mi televisión. Nota que el principio de composición irrestricta toma cualesquiera objetos y nos dice que su suma existe. En principio, podrían ser objetos separados espacialmente u objetos que no guardan ninguna relación aparente.

El Dinoshrek, una de las consecuencias de aceptar el principio de composición irrestricta.

Si quieres saber más sobre otros posibles axiomas para completar tu teoría mereológica, revisa la entrada de la Stanford Encyclopedia of Philosophy.

III. Una definición importante

Una definición importante para lo que sigue es la de objeto simple. Un objeto simple no es otra cosa que un objeto que no tiene partes propias. Por ponerlo de otra manera, si queremos apilar todo según qué cosas son parte de otras, poniendo lo más chiquito hasta abajo y las más grande (las cosas que más partes tienen) hasta arriba, los objetos simples serían exactamente los que están quedaran al nivel del suelo.

Nihilismo

El nihilismo mereológico nos dice lo siguiente: Sólo existen los objetos simples. Pum.

Si crees que hay mesas, es sólo porque parece que hay mesas. Pero tales cosas no existen en realidad, no si nos ponemos exquisitos. Sólo existen sus componentes más chiquitos, sus partes simples, que seguramente serán partículas subatómicas. Eso es lo que hay, nada más.

Es fácil ver cómo esto implica que ninguna de las cosas en la lista de hasta arriba existe. Preguntémonos por una chela. ¿Es un objeto simple? No, pues tiene partes: las partículas subatómicas que la componen. Tache para las chelas. Como no son objetos simples, no existen. (Puedes preguntarte si acaso tu chela es algo más que las partículas que la componen.)

¿Qué hay de tus manos? Lo mismo, no existen. Al menos no estrictamente hablando. Sólo existen sus componentes más pequeños.

Ahora mira a tu alrededor.

Nada de eso existe >:)

Razones para el nihilismo

La gente defiende el nihilismo porque es muy simple, dicen. Por años, científicos y filósofos se han dedicado a defender teorías apelando a que son simples en algún sentido. Con frecuencia, se apela a alguno de estos criterios de simplicidad:

  • Simplicidad ontológica. (Hay poquitas cosas)
    Si dos teorías parecen igual de buenas, pero una te dice que hay menos tipos de cosas que otra, entonces la primera es mejor que la segunda.
  • Simplicidad ideológica. (Hay poquitos conceptos sin definir)
    Si dos teorías parecen igual de buenas, pero una tiene menos conceptos primitivos (conceptos sin definir) que otra, entonces la primera es mejor que la segunda.

Resulta que el nihilismo mereológico es simple en estos dos sentidos. Bien por él.

Es claro que es más simple ontológicamente, pues hay menos cosas si sólo nos quedamos con los objetos simples. Una teoría que admite la existencia de objetos compuestos está admitiendo la existencia de muchísimas otras cosas además de las partículas subatómicas. Imagínate si alguna teoría así, comprometida con la existencia de objetos compuestos, admitiera también alguna forma del principio de composición mereológica. ¡También tendríamos objetos rarísimos, como Dinoshrek! En todo caso, serían muchas, muchas más cosas que las que el nihilismo mereológico nos dice qué hay.

Así, si queremos mantener las cosas simples (ontológicamente hablando), nos conviene adoptar el nihilismo mereológico.

Por otro lado, también resulta que el nihilismo mereológico es más simple ideológicamente. No hay nada en los axiomas que nos permita definir la relación de parte. A pesar de que los axiomas nos permiten hacer inferencias con esta relación, en ningún momento nos ofrecen una definición para ella. La relación de parte es primitiva. Lo mismo pasa en teoría de conjuntos, donde tenemos una lista de axiomas que nos dicen cómo usar el simbolito ‘\in’, pero no nos permiten definirlo en términos de otra cosa. Así, una teoría sin la relación de parte es más simple ideológicamente que una teoría con la relación de parte. Si una teoría la incluyera, tendría que incluir un simbolito sin mayor explicación que una lista de axiomas. Si dicho simbolito es prescindible, es mejor quitarlo.

Por esto, si queremos mantener las cosas simples (ideológicamente hablando), nos conviene adoptar el nihilismo mereológico.

Ahora te pregunto: ¿conviene aceptar el nihilismo mereológico? ¿Por?

Epílogo

Hay una parte frágil en la defensa del nihilismo mereológico. Cuando hay que mostrar que el nihilismo mereológico es simple ideológicamente, terminamos diciendo que si dicho simbolito (la relación de parte) es prescindible, entonces es mejor quitarlo. Pero hace falta defender que es prescindible.

Para defender esto aquí, antes debemos discutir otros temas de metametafísica (así es, dos metas) y filosofía de la ciencia. Hablaré de estos temas en entradas futuras y cuando llegue el momento veremos cómo defender que la relación de parte es prescindible.


Una defensa del nihilismo mereológico sobre esta línea es ofrecida por Ted Sider en ‘‘Against Parthood’’.

Compositor local descubre el Huapango de Moncayo

Un descubrimiento inesperado pero bienvenido.

Distrito Federal. José Pablo Moncayo, compositor de grado A en los laboratorios musicales Julián Carrillo, descubrió el pasado martes lo que ha pasado ser conocido como el ‘‘Huapango de Moncayo’’. El descubrimiento marca un giro importante en el enfoque de estos laboratorios, que hace no más de tres años reportaban el descubrimiento de ‘‘Sensemayá’’ por parte de otro de sus compositores, Silvestre Revueltas. La nueva pieza es notablemente más accesible para el público general, y se recomienda escucharla en familia.

Los laboratorios musicales Julián Carrillo son reconocidos a nivel internacional por apegarse al sistema estándar de composición. Como es usual, estos laboratorios están conformados por varias cabinas, cada una equipada con la más alta tecnología en emisión de sonido. Por medio de unas bocinas, se reproducen aleatoriamente secuencias de sonidos. Los compositores, bajo un estricto régimen de vestimenta que los obliga a llevar bata blanca, escuchan detalladamente. Cuando consideran que una secuencia de sonido es estéticamente valiosa o interesante, presionan un gran botón rojo. Una vez que esto sucede, la secuencia recibe un nombre y se determina si será interpretada en público o no.

Cuando se le preguntó cuál había sido la parte más ardua del descubrimiento de la nueva pieza, José Pablo Moncayo respondió: “Se me resbalaba el botón, fue muy difícil presionarlo. Estaba comiendo y tenía las manos batidas, fue difícil.”

‘‘Huapango’’ será estrenado el 15 de marzo del año en curso (1941) en el Palacio de Bellas Artes, interpretado por la Orquesta Sinfónica de México, bajo la dirección de Carlos Chávez.


La nota de arriba es falsa, obvio. Creo que su falsedad resulta obvia porque se dicen cosas muy extrañas, como que los compositores usan bata o que las obras musicales son descubiertas. Vale la pena detenernos a pensar un poco sobre esto. ¿Es verdad que las obras musicales son descubrimientos? No sé tú, pero yo me siento inclinado a decir que no. Después de todo, las obras de arte son cosas que creamos; Moncayo compuso su ‘‘Huapango’’, no lo descubrió. Es obvio.

Pero las obviedades siempre pueden disiparse—para bien o para mal—con un poco de filosofía. Pues bien, si las obras musicales son secuencias de sonidos, tiene sentido pensar que tales secuencias ya estaban ahí antes de que alguien se sentara a componer. Es posible que, por puro azar, un dinosaurio haya escuchado la secuencia de sonidos que ahora reconocemos como ‘‘La Noche de los Mayas’’ antes de que Silvestre Revueltas naciera. ¡Todas las obras musicales existen desde siempre, existen ahora y seguirán existiendo eternamente!

Esto está fuerte. ¿Qué alternativas tenemos?

Podemos decir que las obras musicales no son secuencias de sonidos, sino partituras. Pero es fácil ver que esto no funciona. Incluso si alguien hiciera una hoguera para quemar todas las partituras de obras de Shostakovich, sus obras seguirían existiendo. Así que no, si puedes destruir a una y la otra no deja de existir, no son lo mismo.

Quizás son la colección de todas sus interpretaciones. Ésta es una postura que muchos sostienen pre-teóricamente. Pero tiene consecuencias extrañas. Una de ellas es que la calidad de ‘‘Sweet Child o’ Mine’’ dependería tanto de la versión original de Guns N’ Roses como de esta otra versión. Algo no anda bien ahí.

Tal vez están en la cabeza; son objetos imaginarios o experiencias. Pero si esto es así, hay tantas versiones del ‘‘Himno a la alegría’’ como personas que lo escuchan. Mmm.

Volvamos a nuestra primera opción: que las obras musicales son secuencias de sonidos. Esto nos permite explicar varias cosas, como la relación entre una obra musical y sus interpretaciones. Ser una interpretación del ‘‘Huapango’’ de Moncayo es ser un intento (razonablemente bueno) de ejecutar esa secuencia de sonidos. Tal vez esto no sea correcto para todas las obras musicales, pero definitivamente puede explicarnos más que las teorías que examinamos antes. Esas otras teorías nos fallaron muy pronto.

Y no sé ustedes, pero a mí me parece que está padre cuando una teoría explica algo sobre una cosa que me interesa. Hace que prefiera esa teoría sobre las otras.

Además, en realidad sí podemos resolver el problema que nos trajo aquí para empezar. La manera de resolverlo es sencilla pero mañosa. Basta postular que las obras musicales son secuencias de sonido según son indicadas por el compositor en un momento dado. Así, ‘‘Huapango’’ no pudo haber existido antes de que Moncayo indicara la secuencia de sonidos que habría de ser ejecutada y los medios para hacerlo. Una postura como ésta es sostenida por Jerrold Levinson, quien en 1980 nos dijo que la intuición de que las obras musicales son creadas (y no descubiertas) es suficiente para postular que de hecho son creadas.

Mira nomás.


Por si quieres seguir leyendo:

Un artículo clásico es Levinson, J. (1980), ‘‘What a Musical Work Is’’, The Journal of Philosophy 77(1), pp. 5-28.

Para ver éste y otros temas sobre filosofía de la música, puedes ir a la entrada sobre filosofía de la música de la Stanford Encyclopedia of Philosophy.