Un descubrimiento inesperado pero bienvenido.

Distrito Federal. José Pablo Moncayo, compositor de grado A en los laboratorios musicales Julián Carrillo, descubrió el pasado martes lo que ha pasado ser conocido como el ‘‘Huapango de Moncayo’’. El descubrimiento marca un giro importante en el enfoque de estos laboratorios, que hace no más de tres años reportaban el descubrimiento de ‘‘Sensemayá’’ por parte de otro de sus compositores, Silvestre Revueltas. La nueva pieza es notablemente más accesible para el público general, y se recomienda escucharla en familia.

Los laboratorios musicales Julián Carrillo son reconocidos a nivel internacional por apegarse al sistema estándar de composición. Como es usual, estos laboratorios están conformados por varias cabinas, cada una equipada con la más alta tecnología en emisión de sonido. Por medio de unas bocinas, se reproducen aleatoriamente secuencias de sonidos. Los compositores, bajo un estricto régimen de vestimenta que los obliga a llevar bata blanca, escuchan detalladamente. Cuando consideran que una secuencia de sonido es estéticamente valiosa o interesante, presionan un gran botón rojo. Una vez que esto sucede, la secuencia recibe un nombre y se determina si será interpretada en público o no.

Cuando se le preguntó cuál había sido la parte más ardua del descubrimiento de la nueva pieza, José Pablo Moncayo respondió: “Se me resbalaba el botón, fue muy difícil presionarlo. Estaba comiendo y tenía las manos batidas, fue difícil.”

‘‘Huapango’’ será estrenado el 15 de marzo del año en curso (1941) en el Palacio de Bellas Artes, interpretado por la Orquesta Sinfónica de México, bajo la dirección de Carlos Chávez.


La nota de arriba es falsa, obvio. Creo que su falsedad resulta obvia porque se dicen cosas muy extrañas, como que los compositores usan bata o que las obras musicales son descubiertas. Vale la pena detenernos a pensar un poco sobre esto. ¿Es verdad que las obras musicales son descubrimientos? No sé tú, pero yo me siento inclinado a decir que no. Después de todo, las obras de arte son cosas que creamos; Moncayo compuso su ‘‘Huapango’’, no lo descubrió. Es obvio.

Pero las obviedades siempre pueden disiparse—para bien o para mal—con un poco de filosofía. Pues bien, si las obras musicales son secuencias de sonidos, tiene sentido pensar que tales secuencias ya estaban ahí antes de que alguien se sentara a componer. Es posible que, por puro azar, un dinosaurio haya escuchado la secuencia de sonidos que ahora reconocemos como ‘‘La Noche de los Mayas’’ antes de que Silvestre Revueltas naciera. ¡Todas las obras musicales existen desde siempre, existen ahora y seguirán existiendo eternamente!

Esto está fuerte. ¿Qué alternativas tenemos?

Podemos decir que las obras musicales no son secuencias de sonidos, sino partituras. Pero es fácil ver que esto no funciona. Incluso si alguien hiciera una hoguera para quemar todas las partituras de obras de Shostakovich, sus obras seguirían existiendo. Así que no, si puedes destruir a una y la otra no deja de existir, no son lo mismo.

Quizás son la colección de todas sus interpretaciones. Ésta es una postura que muchos sostienen pre-teóricamente. Pero tiene consecuencias extrañas. Una de ellas es que la calidad de ‘‘Sweet Child o’ Mine’’ dependería tanto de la versión original de Guns N’ Roses como de esta otra versión. Algo no anda bien ahí.

Tal vez están en la cabeza; son objetos imaginarios o experiencias. Pero si esto es así, hay tantas versiones del ‘‘Himno a la alegría’’ como personas que lo escuchan. Mmm.

Volvamos a nuestra primera opción: que las obras musicales son secuencias de sonidos. Esto nos permite explicar varias cosas, como la relación entre una obra musical y sus interpretaciones. Ser una interpretación del ‘‘Huapango’’ de Moncayo es ser un intento (razonablemente bueno) de ejecutar esa secuencia de sonidos. Tal vez esto no sea correcto para todas las obras musicales, pero definitivamente puede explicarnos más que las teorías que examinamos antes. Esas otras teorías nos fallaron muy pronto.

Y no sé ustedes, pero a mí me parece que está padre cuando una teoría explica algo sobre una cosa que me interesa. Hace que prefiera esa teoría sobre las otras.

Además, en realidad sí podemos resolver el problema que nos trajo aquí para empezar. La manera de resolverlo es sencilla pero mañosa. Basta postular que las obras musicales son secuencias de sonido según son indicadas por el compositor en un momento dado. Así, ‘‘Huapango’’ no pudo haber existido antes de que Moncayo indicara la secuencia de sonidos que habría de ser ejecutada y los medios para hacerlo. Una postura como ésta es sostenida por Jerrold Levinson, quien en 1980 nos dijo que la intuición de que las obras musicales son creadas (y no descubiertas) es suficiente para postular que de hecho son creadas.

Mira nomás.


Por si quieres seguir leyendo:

Un artículo clásico es Levinson, J. (1980), ‘‘What a Musical Work Is’’, The Journal of Philosophy 77(1), pp. 5-28.

Para ver éste y otros temas sobre filosofía de la música, puedes ir a la entrada sobre filosofía de la música de la Stanford Encyclopedia of Philosophy.

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